Del 21 al 28 de febrero de 1972, hace exactamente 50 años, el ex mandatario estadounidense Richard Nixon emprendió un viaje a China, específicamente a las ciudades de Pekín, Hangzhou y Shanghai, en una visita que no solo quedaría plasmada en los libros de historia, sino que además fue absolutamente trascendental para los futuros intercambios entre Estados Unidos y China, y para la posición de Pekín y Washington en la arena internacional.
La visita de Nixon a China, la primera de un presidente estadounidense en funciones, rompió un enfrentamiento entre las dos naciones que tenían sus lazos congelados desde la victoria del Partido Comunista Chino en 1949, y ayudó a restablecer la geopolítica de la Guerra Fría.
En aquel entonces, Nixon se encontraba apretado debido al conflicto en Vietnam, dado que la guerra se le estaba saliendo de control, producto del dramático aumento de pérdidas humanas, ambientales, además de resultar excesivamente costosa. No para menos fue causa de división en la sociedad estadounidense y la opinión pública mundial. “Perdemos Vietnam pero ganamos China”. Antes del encuentro entre las potencias, a China aún le azotaban los resultados del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Con el asiento chino en la ONU ocupado por Taiwán, la China continental se encontraba aislada en términos de asuntos exteriores. La guerra fría tenía aún un pronóstico incierto y Washington quería impedir a toda costa que se formase un bloque sino-soviético. A Mao, por su parte, le inquietaba que la creciente hostilidad de su antiguo aliado ideológico derivara en una guerra nuclear. Fue a partir del temor a una Unión Soviética con grandes capacidades nucleares y militares de destrucción masiva, que invitó a los Estados Unidos y a China a acercarse para tomar las riendas en el asunto.

El entonces secretario de estado y consejero de seguridad estadounidense, Henry Kissinger, la mano derecha de Nixon, partió hacia China un año antes del encuentro a través de Pakistán, uno de los escasos países que mantenía buenas relaciones con ambos. Kissinger puso a prueba sus habilidades actorales y fingió sentirse enfermo en Islamabad. Luego apartado del resto, fue trasladado y desde allí salió camuflado para subirse al avión rumbo a China para acordar los preparativos del histórico encuentro.
Nixon aterrizó en Pekín en una fría y gris mañana invernal. Los carteles propagandísticos exhibían frases como “Abajo el imperialismo estadounidense” y “fuera de China! Imperialistas occidentales”. Nixon llegó con tabaco de obsequio, una costumbre local aún vigente. La gira tuvo toda la fanfarria de una visita de estado amistosa, con excursiones a la Gran Muralla y las Tumbas Ming, además de un breve encuentro con un Mao Zedong enfermo, una extensa charla con el primer ministro Zhou Enlai, y al final del viaje, un comunicado emitido al cierre de la gira en Shanghai.
El Comunicado de Shanghái, firmado durante aquella semana, fijó el principio de «una sola China» y aclaró que la isla de Taiwán era parte de ella. La decisión estadounidense dió lugar a la salida de Taipei de la Organización de las Naciones Unidas y la precipitada pérdida de aliados que sufre hasta el presente día. El comunicado también incluía el compromiso de que ambos países se opondrían a los esfuerzos de la ex Unión Soviética de dominar Asia. El traductor del primer ministro Zhou Enlai escribió en una autobiografía que, según recuerda, Nixon dijo: “Esta mano se estira por todo el Océano Pacífico en señal de amistad” al tiempo que estrechaba la mano de Zhou en el aeropuerto. Nixon marchó de Pekín con la misión cumplida y fue recibido como un héroe en América.
A principios de la década de los setenta del siglo pasado, Nixon y Kissinger pudieron enfrentar a las dos potencias comunistas. Ahora, pasada una semana de la clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022, y en el dia de hoy, tras la constante escalada de tensiones entre Rusia y Ucrania desde 2014, que dió por resultado la invasión por parte de Rusia a territorios ucranianos, derivando en conflictos armados de alta tensión con despliegue de tropas, misiles, jets de combate, tanques y armamento de alto poder destructivo. El presidente chino Xi Jinping y el presidente ruso Vladimir Putin se encuentran mano a mano en acuerdo, haciendo contraposición a Estados Unidos y sus aliados, y una OTAN que vela por los intereses de éstos últimos.
La Guerra Fría culminó hace ya más de tres décadas, pero desde ambos extremos existen temores de la posibilidad de un nuevo conflicto que lleve a estas dos naciones a recurrir a medidas no solamente por vías diplomáticas. La relación entre estos dos países luego de medio siglo de intercambios se encuentra más tensa que nunca. Al gobierno de Washington le preocupa que el sistema internacional actual conducido por una democracia liberal que había triunfado sobre la ex Unión Soviética sea desafiado por el modelo de una China asertiva en constante ascenso de su poder económico, político y militar.

Quizá Kissinger había percibido que se avecinaban grandes desafíos. Como defensor de la realpolitik, Kissinger entendió instintivamente que los líderes del Partido Comunista Chino se volverían contra Estados Unidos tan pronto como tuvieran la capacidad militar, económica y diplomática para hacerlo. Eso lleva a la pregunta más grande en torno a éste evento de hace medio siglo. No estamos hablando sobre la posibilidad de que un choque entre EE.UU. y China fuera inevitable, aunque eso sin duda es cierto. Más importante aún es si todo este tiempo Beijing ha estado adaptando su diplomacia en preparación para enfrentarse a Estados Unidos. En palabras de Deng Xiaoping, ¿ha estado China «ocultando su luz y esperando su momento» hasta que fuera lo suficientemente poderosa como para enfrentarse a Estados Unidos?
En su aniversario número 50, los líderes globales y organizaciones internacionales deberían engranar sus esfuerzos en acercar sus partes mediante vía diplomática, como lo hicieron hace medio siglo atrás sus antecesores, para poder conciliar sobre los desacuerdos sobre Taiwán, Corea del Norte, las aguas en el Indo – Pacifico, y fomentar los lazos de cooperación para abarcar asuntos globales de interés para la humanidad.