

China comenzó el pasado miércoles su 39° expedición antártica, con la partida del rompehielos Xue Long II desde la ciudad de Shanghái. Este buque de exploración científica polar transportará en dos etapas a un contingente de 255 investigadores hacia las bases de la potencia asiática en el continente austral, para estudiar las condiciones atmosféricas, geológicas y medioambientales del polo sur.
El retorno de la misión se prevé para comienzos de abril de 2023, siguiendo el itinerario habitual de la república popular en sus expediciones al polo sur. Durante el cierre de la actividad se reportarán los avances y objetivos alcanzados por el Instituto de Investigación Polar de China, en cuyo marco se suelen anunciar futuros proyectos del país sobre el continente blanco.
China comenzó a tener presencia en la Antártida hace 37 años, con el establecimiento de su primera base “Grán muralla” en la isla 25 de Mayo. Desde entonces, su participación se ha incrementado hasta convertirse en un actor determinante para la región. En 2022 la potencia de Oriente alcanzó en este campo un despliegue equivalente al de Estados Unidos, con la apertura de su quinta base permanente ubicada sobre el Mar de Ross.
La potencia asiática destaca en el polo austral por sus laboratorios e instalaciones científicas, y particularmente por los puestos de observación meteorológica contínua instalados en los últimos 10 años. Utilizando tecnología de su propia invención, China desarrolló instrumentos de funcionamiento autónomo en temperaturas ultra-bajas. Hasta 2018, solamente Australia y Estados Unidos contaban con la capacidad para recabar estos datos de forma automatizada.
Otro aspecto prominente de la investigación polar de China en la Antártida es la observación astronómica, donde se ha aprovechado la altitud de las bases Taishan y Kunlun para instalar sendos telescopios de exploración, dedicados a la búsqueda de exoplanetas con características similares a la Tierra. La baja contaminación atmosférica y la prolongada duración de la noche antártica convierten a estas bases en sitios ideales para explorar el espacio profundo.