

El 17 de agosto pasado, el Consejero de Estado y Ministro de Defensa Nacional, Li Shangfu, participó de la 11ª Conferencia de Moscú sobre Seguridad Internacional en Rusia. Allí pronunció un discurso centrado en los esfuerzos de China en impulsar la construcción de un mundo pacífico, estable y armonioso.
“El ejército chino se mantiene firme en salvaguardar la paz mundial” senaló el ministro. Las declaraciones no se dan en cualquier coyuntura. El impulso de una “guerra” comercial a partir del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, la decisión de la OTAN de ampliar su número de miembros y definir a China y a Rusia como rivales estratégicos, la militarización creciente del Asia-Pacífico impulsada por Estados Unidos (que incluye el impulso de tratados militares como el AUKUS y el QUAD, la instalación de nuevas bases en la región, el patrullaje ilegal de portaviones y las amenazas de intervención en la cuestión Taiwán) son una señal de la decisión de una parte de occidente de frenar cualquier tipo de cuestionamiento a la alicaída hegemonía norteamericana.

El Consejero de Estado y Ministro de Defensa Nacional, Li Shangfu, durante su discurso en la XI Conferencia de Moscú sobre Seguridad Internacional (China Daily)
Frente a esto, el presidente chino Xi Jinping ha propuesto la construcción de una “comunidad de destino compartido para la humanidad”. Este concepto, de una gran carga filosófico-política, entiende al orden internacional como una comunidad de pueblos, culturas y civilizaciones distintas pero relacionadas, donde no existe una más importante que la otra y en la cual todas ellas tienen un futuro compartido. La imposición de una implica el sometimiento de otras. Las políticas destructivas de una tienen impacto sobre el destino de las otras.
Claramente, la visión china (y especialmente el Partido Comunista de China) liga directamente la seguridad y la armonía con las condiciones materiales de existencia de una sociedad. Por ello, alcanzar el bienestar material y espiritual de los pueblos es condición indispensables para construir los cimientos de un nuevo orden internacional. Esta idea se complementa con otra, recuperada del Espíritu de Bandung, según la cual cada nación es dueña de impulsar el modelo de desarrollo que crea más condiciones según sus condiciones históricas y culturales, y ninguna potencia debe injerir en sus políticas internas. En la comunidad de destino compartido, no hay lugar para el unilateralismo ni el intervencionismo.
El presidente Xi Jinping ha impulsado estrategias importantes en este sentido, entre ellas, quizas la más importante, la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Mediante la “nueva Ruta de la Seda”, que en algunos meses cumplirá su décimo aniversario, China ha promovido el financiamiento para la construcción de carreteras, vías ferroviarias, puertos, aeropuertos, parques industriales, proyectos de infraestructura en materia energética, entre otros. De 2013 a esta parte, más de 150 países ya han adherido a la Iniciativa, muy a pesar de las repetidas operaciones vertidas en los medios occidentales. El Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura y la Iniciativa para el Desarrollo Global son otros ejemplos en el mismo sentido.
Por otra parte, China ha impulsado la Iniciativa para la Seguridad Global y la Organización para la Cooperación de Shanghái, mecanismos que ponen en el centro del debate a las formas en las que concebimos la seguridad internacional. Si para occidente la “comunidad internacional” debe combatir a cualquier pueblo o nación que se aleje de la democracia liberal, el libre mercado y los “derechos humanos”, para China la comunidad internacional debe abogar por el diálogo en lugar de la confrontación, la construcción de asociaciones en lugar de alianzas y buscar la cooperación mutuamente beneficiosa en lugar de los juegos de suma cero. El nuevo concepto de seguridad multipolar, señala la visión China, es común, inclusivo, cooperativo y sostenible.
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La construcción de una comunidad de destino compartido estable, pacífica e integralmente desarrollada no se queda en la mera retórica china. En los últimos meses, China ha comenzado a ocupar un lugar protagónico en la construcción de nuevas bases para el orden internacional.
En primer lugar, podemos mencionar el documento con las propuestas de China para la paz en Ucrania. Mientras que Estados Unidos promueve la continua expansión de la OTAN, destina miles de millones de dólares en inundar de armamentos el territorio ucraniano e impulsa una política draconiana de sanciones aprovechando su poder de señoraje del dólar, China ha mantenido una posición responsable, llamando a las partes al diálogo y rechazando cualquier medida tendiente a aumentar la conflictividad en la región.
A su vez, el gobierno chino publicó un documento de Estado en el cual propuso 11 puntos para alcanzar la paz en Ucrania, en el que se destacan la necesidad de respetar la soberanía de todos los países, de abandonar la mentalidad de Guerra Fría, el cese de hostilidades y necesidad de la reanudación de las conversaciones de paz. A su vez, China exhortó a Estados Unidos a detener las sanciones unilaterales y a abstenerse de la utilización de “jurisdicciones de brazo largo” (es decir, decidir en el parlamento estadounidense leyes que se proponen como de aplicación global).
El documento de China para la paz en Ucrania, como vemos, no solo intenta marcar una hoja de ruta para resolver de forma pacífica el conflicto en dicho país, sino que es una iniciativa tendiente a establecer un consenso internacional para diagramar un nuevo modelo de relaciones internacionales, muy alejado de las típicas recetas occidentales que solo han propuesto resolver las discrepancias mediante la guerra.
El otro gran hecho que ha tenido a China como protagonista fue la mediación para el acuerdo de paz entre Irán y Arabia Saudita. Hablamos no sólo de dos grandes potencias emergentes enfrentadas por situaciones históricas, sino de dos pueblos y civilizaciones que son indispensables en el mundo multipolar en construcción. Estados Unidos (principalmente en su vertiente neoconservadora) ha comprendido el rol estratégico de Medio Oriente, y es por ello que ha impulsado constantemente su desestabilización, promoviendo el enfrentamiento histórico entre países, culturas, grupos religiosos y civilizaciones, ha financiado mercenarios y organizaciones terroristas y ha impulsado la intervención militar en gran parte de los países de la región. Por ende, el impulso de un orden multipolar dependía, entre otras cosas, de un acuerdo de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre dos grandes Estados de la relación, como lo son Irán y Arabia Saudita. La mediación de China, en la figura de Wang Yi, fue estratégica en ese sentido. Luego del acuerdo, se destrabó la incorporación de Irán a la Organización para la Cooperación de Shanghái, y ambos países son también miembros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

El canciller chino Wang Yi, presidiendo la mediación para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita (Xinhua).
Otra dimensión que podemos considerar es el trato que ha hecho China ante sus conflictos territoriales. Recordemos que, desde las invasiones occidentales en la segunda mitad del siglo XIX y el “siglo de la humillación”, China sufrió el ultraje territorial de partes importantes de su territorio y, a su vez, luego de la Revolución maoista de 1949 sufrió la ocupación de la provincia de Taiwán por parte de grupos rebeldes apoyados por Estados Unidos. Tanto en los casos de Hong Kong, Macao y Taiwán, la República Popular China nunca utilizó la fuerza miltar para recuperar por la fuerza dichos territorios. En el caso de Hong Kong y Macao, China recurrió a la vía diplomática, lo que le permitió volver a ejercer la soberanía (parcial) de dichos territorios luego de más de 100 años de ocupaciones británicas y portuguesas. En el caso de Taiwán, el gobierno Chino ha anunciado que retomará la soberanía sobre la isla por la vía pacífica, y solo utilizara la fuerza en el caso de que los grupos separatistas planteen una salida independentista, opción que ha sido alentada por los Estados Unidos. Pensemos, por un segundo, como ha resuelto Estados Unidos sus problemas de soberanía, bajo que condiciones ha expandido su territorio a lo largo de la historia y cómo reaccionaría frente la ocupación de una parte de su territorio por parte de una potencia extranjera.
Frente a un occidente que llama a ser precavidos con el país asiático, y que hasta ha tildado a China de “dictadura” de “asesinos” (promoviendo explícitamente discursos que buscan sembrar la sinofóbia en la población), el gobierno Chino (con Xi Jinping a la cabeza) se encuentra activamente construyendo los cimientos de un nuevo orden internacional, multipolar, estable, pacífico y armonioso.