

Shanghái es una ciudad de China que cuenta con alrededor de 26 millones de habitantes. Se la conoce como la ciudad “multimillonaria” del país debido a su puerto y su aporte como centro económico.
Cuando a principios de marzo un rebrote de COVID comenzó en la ciudad, el gobierno decidió tomar una postura más flexible al respecto, como un intento de “convivir con el virus” para no frenar con sus actividades.
Pero las cifras siguieron aumentando (a principios de abril se reportó la mayor cantidad de casos positivos por Ómicron). Con su cantidad de habitantes, el contagio masivo produciría el colapso del sistema sanitario.
A fines de marzo el gobierno notificó un “lockdown” con poca antelación, así que la gente no tuvo mucho tiempo para salir a aprovisionarse. Si ya se empezaba a notar la falta de stock en las góndolas, con el aviso de aislamiento preventivo todo empeoró. Más tarde, con los negocios cerrados, las apps de pedidos colapsaron.
La gente comenzó a criticar el accionar del gobierno debido a la poca organización del proceso, siendo que cuando comenzó todo hace dos años en Wuhan, se había manejado de manera más eficiente.
En 2020, con la primera cepa, el control estricto en China logró una tasa de mortalidad baja. Esta segunda ola logró penetrar a través de las medidas protectoras del gigante asiático, quien recién ahora comienza a transitar lo que muchos países vivieron hace dos años.
Entonces, ¿son todos los aspectos negativos?
Ciertamente el gobierno ha tomado cartas en el asunto. Rápidamente se organizó para la población ayuda respecto del abastecimiento, entregando bolsas de provisiones a los barrios de la ciudad.
Aún se siguen realizando testeos masivos a cantidades récords para poder llevar un mejor control de los casos positivos. También se hizo popular la medida de entregar kits de “auto test” de COVID para que la gente pueda testearse desde sus hogares. Se crearon centros de cuarentena para aislamiento, como forma de evitar la propagación desmedida de casos.
Médicos y voluntarios de otras ciudades de China se dirigieron a Shanghái para ayudar a la población, trabajando en turnos de hasta doce horas inclusive.
Si bien en este último tiempo el país fue blanco de todo tipo de noticias, China intenta frenar los contagios sin dejar de lado el rol económico de Shanghái y las necesidades de los habitantes de la ciudad.