

Desde Beijing se instó al G7 a mantener una apertura de acuerdo a las nuevas realidades geopolíticas y geoeconómicas que se están desarrollando en este nuevo siglo y se deje a un lado la política de ataque que se dirigen contra países que toman un rumbo distinto a la agenda del G7.
Recordemos que este grupo representa a los 7 países más industrializados y que en los últimos años ha venido atacando de manera directa a muchos países que no están alineados a sus intereses; en la mira del ataque están Rusia y China que han sido mencionados en el comunicado final emitido al cierre de la Cumbre y suscrito por sus principales líderes.
El viceministro chino de Relaciones Exteriores Sun Weidong señaló que dichas “acciones interfieren gravemente en los asuntos internos de China, violan los principios básicos del derecho internacional y el espíritu de los cuatro documentos políticos firmados por ambas naciones”. También pidió a la parte nipona que respete la “la cuestión de Taiwán” que “es un asunto que deben decidir los propios chinos”. Además, Sun afirmó que no se “permitirá que fuerzas externas interfieran en asuntos internos”, haciendo referencia a Xinjiang, Hong Kong o el Tíbet. Beijing, a su vez, acusó a Estados Unidos de socavar “las reglas del orden internacional” y el “funcionamiento de la economía mundial.”
El comunicado de la cancillería china señala que desde el G7 se desarrolla una agenda que les permita posicionar un conjunto de herramientas de carácter “reguladoras” para combatir la coerción económica de China y limitar su mercado de exportación de altas tecnológicas.
Según declaraciones del asesor de seguridad nacional de EE.UU., Jake Sullivan, sus medidas estarán centradas en las cadenas de suministros más resilientes para el bloque, protección de tecnológicas sensibles y medidas sobre las inversiones en el exterior. Es evidente el ataque diplomático contra China por su fuerte papel en la esfera económica global y su posicionamiento en los mercados internacionales y en especial los emergentes que están en África, Asia, Medio Oriente y América Latina que otrora eran áreas propiamente de influencias de Estados Unidos y Europa; otro tema en cuestión contra el gigante asiático es su posición neutral en la guerra entre Ucrania y Rusia, su manejo en casos de regiones autónomas como el Tíbet y Taiwán.
A medida que se desarrolla un reposicionamiento de emergentes estructuras económicas, políticas y/o militares, parece ser que las viejas estructuras intentan mantener su poder por la fuerza, la coerción y la imposición de medidas de presión. Desde China se insta a “dejar de provocar división y confrontación” y se pide a Tokio a que “corrija su percepción hacia China” y “comprenda su autonomía estratégica” para así promover “verdaderamente el desarrollo estable de las relaciones entre ambos países de forma sincera y constructiva”.