

El mundo aguarda con ansias los detalles de lo que será el plan económico para los próximos 5 años del país que hoy es la locomotora del mundo. Idear, planificar y ejecutar un plan de esta envergadura representa un verdadero desafío para cualquier economía desarrollada. Es por esto que el XIV Plan Quinquenal es tomado muy en serio por el gobierno chino, puesto que representa la política de estado fundamental que guía las decisiones de un sistema estatal complejo, pero que, además, cuenta con instituciones encargadas de velar para que los objetivos allí expuestos se cumplan.
Los planes a cinco años ejecutados por la República Popular buscan generar un consenso suficiente y un contexto de previsibilidad para el desarrollo armónico de diversos sectores gubernamentales y no gubernamentales. La concreción de este programa holístico implica el cumplimiento de una serie de objetivos con impacto directo sobre el desarrollo y bienestar del país. Pero también, debido a las características económicas del país asiático, lo que allí se decida, tiene impacto en las finanzas mundiales y en otras economías periféricas.
En el marco de los debates dados en el seno del Comité Central del Partido Comunista Chino, Wang Zhigang, Ministro de Ciencia y Tecnología, afirmó que: “ Es la primera vez en la historia de los planes quinquenales de nuestro partido que [China] coloca los planes sobre ciencia, tecnología e innovación antes que todos los demás. […] Necesitamos mejorar nuestra habilidad para crear cosas de manera independiente porque no podemos pedir o comprar tecnología centrales desde el exterior”.
Las palabras del ministro cobran especial relevancia en un contexto de tensiones entre la administración asiática y el gobierno de Trump, en lo que se transformo en una verdadera guerra por el dominio tecnológico a futuro. Las diferencias principales se hallan en la producción y distribución de semiconductores, base para la industria de telecomunicaciones, por lo que se espera que China incluya objetivos para reducir la dependencia exterior en este sector. Además, podría llevar el gasto en I+D al 3% del PBI y fomentar la investigación en ciencia básica, inteligencia artificial, robótica, industria espacial y satelital.
Otro punto que preocupa a las economías occidentales es el grado de apertura que fijara el Partido Comunista en el próximo lustro. En este aspecto, se prevé una mayor liberalización del comercio y de inversiones, pero también una mayor colaboración internacional (China actualmente está promoviendo el proyecto de la Franja y la Ruta) con el objetivo de incidir aún más en el tablero de poder mundial.
Dentro del ámbito interno el gobierno central ha repetido en varias oportunidades la necesidad de robustecer la demanda interna, en el medio de una pandemia mundial. Por lo que se espera que la política de ingresos y mejoras en las condiciones de vida sea parte del esquema de gobernanza que se implementara a partir del año próximo.
Finalmente con la adopción de estas medidas, desde el gobierno central, esperan que el PBI per cápita de China iguale el nivel de los países moderadamente desarrollados para el año 2035. Tomando como base el dato de que el PBI per cápita en países desarrollados similares es de 30.000 USD, y el de China ronda los 10.000 USD, se concluye que el crecimiento chino deberá mantener su tendencia alcista, ser sostenible, equilibrado y permitir una mejora de vida para la totalidad de la población que ronda los 1.400 millones de habitantes.