

Deng y la dama de hierro
El 24 de septiembre de 1982 la máxima mandataria británica aterrizo en el aeropuerto de Beijing con el fin de llegar a un acuerdo sobre el futuro de Hong Kong. La posición británica pretendía hacer cumplir el tratado de Nanjing por el cual la isla de Hong Kong fue cedida a perpetuidad al imperio británico. Mientras que la posición China resaltaba la falta de legitimidad de dichos tratados, no solo porque fueron impuestos por la fuerza sino también por haberlos firmado durante la China imperial
En este contexto se encontraron dos de los máximos exponentes de la política internacional. Por un lado, Deng Xiaoping quien encarnaba el proceso de modernización de China y por el otro, Margaret Thatcher quien representaba la corriente neoliberal que se expandía por occidente.
La delegación británica acudía a la reunión con el triunfo de Malvinas sobre su espalda, demostrando que podían ir hasta las últimas consecuencias en la defensa de sus colonias. Sin embargo, la posición china sorprendió a los ingleses, no había margen de negociación en cuanto a la soberanía de Hong Kong. Esta colonia británica era uno de los últimos vestigios del siglo de la humillación.
Margaret Thatcher insistió en que la salida inglesa del centro financiero más grande de Asia pondría en riesgo la estabilidad regional. Aun así, no fue argumento suficiente para convencer al pequeño timonel (Deng Xiaoping) quien se demostró inflexible y dispuesto a asumir las consecuencias de eventos extraordinarios.
Las negociaciones entre ambas potencias trajeron como resultado la declaración conjunta sino-británica la cual establecía la retirada de Gran Bretaña para el año 1997, siempre y cuando se mantuviera cierto status quo en Hong Kong por al menos 50 años. Es decir, Hong Kong mantendría su orden social, económico y político dando lugar al reconocido concepto “un país dos sistemas”.
Tiempos cambiantes
Los años que transcurrieron entre la firma de la declaración conjunta y traspaso efectivo fueron difíciles. No solo por la planificación que exigía una transición limpia, sino también por el hecho de que el contexto internacional había cambiado. Con el desmembramiento de la Unión Soviética, la posición británica sobre Hong Kong pareció dar un giro inesperado.
Hacia el año 1992, el gobernador de Hong Kong, Christopher Patten elaboró un proyecto de reforma política para acelerar el proceso democrático, recordemos que, hasta ese momento, el órgano legislativo y ejecutivo de Hong Kong eran designados por Londres. Esto fue visto por los chinos como una clara violación de la declaración conjunta y la rápida denuncia del gobierno hizo dar marcha atrás a este intrépido proyecto.
El retorno del dragón
Finalmente la medianoche del 1 de julio de 1997 tuvo lugar la ceremonia de transición en la que la Armada Real Británica entregaba el mando al Ejército Popular de Liberación al tiempo que se izaba la bandera de la República Popular de China. El acto estuvo cargado de simbolismos en el que se daba por terminada la humillación que había sufrido China.
Deng Xiaoping no vivió lo suficiente para ver tal acontecimiento. La posta había pasado a Jiang Zemin quien se convirtió en el primer jefe de estado chino en visitar la isla. Mientras que los hongkoneses, por primera vez en 150 años, serian gobernados por un chino.