

Con más de 1.500 años de historia, el Templo Shaolin en las montañas Songshan, ha sido un ícono por excelencia de las artes marciales chinas, y las películas no hicieron más que agrandar aquella leyenda de monjes guerreros invencibles. En esta oportunidad, el Laoshi (profesor) argentino Diego González, miembro del Templo Shaolin Argentina, nos contará su experiencia en la práctica y enseñanza del Kung Fu Shaolin y su fundación en el Río de la Plata.
¿En qué año comenzó a funcionar el Templo Shaolin en Argentina?
Empezó a funcionar en el momento en que mi maestro, Jorge G. Buzzi, se convirtió en monje shaolin en 1997. Cuando él retorna del Templo Shaolin de China por fin pudo entrar en contacto con lo que estaba buscando.
Él tenía la creencia que viniendo a Buenos Aires podría encontrar el Kung Fu Shaolin mucho más fácil que en Montevideo. Entre 1981 y 1990, entrena Kung Fu Tradicional en la escuela Kai Men, Tai Chi estilo Yang (el estilo más conocido de las cinco ramas del Tai Chi) y se convierte en maestro Yoga. En el año 1997, realizó su primer viaje a la búsqueda del camino a Shaolin, la fuente de origen. Llegó a China y comenzó su entrenamiento.
Entre 1997 y 2019, con estadías de varios meses, viajó varias veces a China y entrenó bajo la tutela del monje Shi Yong Kan. No es un dato menor saber quién es tu maestro, porque en Shaolin necesitan saber quién te enseño y quién le enseño a quién te enseña (el maestro de tu maestro). Si eso no se puede rastrear complica la autenticidad de tu práctica. El Kung Fu moderno son rutinas estandarizadas. En cambio, el Kung Fu Shaolin al ser un arte marcial tradicional otorga más valor a la relación entre maestro y discípulo.

Fotografía cedida por Diego González. (2017) «Bosque de las pagodas» del Templo Shaolin en China, provincia de Henan
Shaolin se rige por generaciones, la que está al frente del templo ahora es la decimotercera, mi maestro pertenece a la trigésimo cuarta y yo voy a pertenecer a la trigésimo quinta. Hoy en día el maestro de mi maestro es el actual Abad Shi Yongxin.
Con un montón de avatares entre los viajes. Mi maestro se recibe de Monje Guerrero o Monje Wusheng, que son los que en la antigüedad recibían y reciben un poco de todas las formas tradicionales para prepararlo para la peregrinación. Hay dos tipos de monjes: Wushen y Heshan. Este último, más dedicado a la filosofía del budismo chan y sus votos monásticos.
Recién mencionaste que tu maestro se recibió de Monje Wusheng ¿Tuvo que pasar por algún rito o ritual para convertirse en Monje Guerrero?
Sí, es una ceremonia. Se llama “Toma de refugio”, donde no solo se recibe el grado de Monje Guerrero, sino que también se recibe un nombre budista. Mi maestro recibió el nombre de Shi Yan Xiáng, que significa “el que vuela más allá de los cielos”, por la distancia que tuvo que recorrer para llegar a China.
Según tu apreciación ¿Cuáles son las principales enseñanzas del Kung Fu Shaolin? ¿En qué se diferencia de otras artes marciales?
Todas las artes marciales tienen un sentido espiritual, en el caso del Kung Fu Shaolin, es un arte marcial que comporta una impronta religiosa muy fuerte. Es un budismo marcial. Solamente los monjes chinos practican artes marciales, porque la mayoría de los monjes se dedican a la meditación. En el Kung Fu Shaolin, está mezclado el budismo chan y lo marcial, sería un “Kung Fu budista”. La práctica tiene principios morales conjugadas con artes marciales, la utilización de armas imperiales como palos, tridentes, sables, espadas, dadaos.
De hecho, el Templo Shaolin está configurado como un palacio imperial, en colores y decoración. Pero a su vez, ese budismo busca un fortalecimiento físico no solo espiritual, la unión de mente, cuerpo y espíritu.
¿Cuándo empezaste a entrenar Kung Fu Shaolin? ¿Qué fue lo que más te interesó de China?
En el año 2003, estaba indeciso entre comenzar a entrenar Kendo o Kung Fu. Al final elegí el segundo. La práctica del Kung Fu me devolvía lo que había visto en las películas de artes marciales chinas de niño. Eso fue lo que más me interesó de China, lo histórico, lo filosófico y lo marcial. Que vino a dar a la tecla con la práctica de Shaolin. En el Templo Shaolin están las tradiciones del taoísmo, budismo mahayana y la tradición marcial de cinco mil años de historia y cuatro mil de guerra. Los monjes guerreros están preparados para el combate con más de un oponente. En la época imperial, se decía que un monje guerrero valía diez soldados imperiales. Pero no usaban lo que sabían y que eso sea lo trascendente a mí me interesó un montón.

Fotografía cedida por Diego González (2012). Decoración del techo del Templo Shaolin en China, provincia de Henan.
¿La experiencia del viaje al Templo Shaolin en China marcó un antes y un después?
Si, después de mi primer viaje comencé a estudiar el idioma chino. El primer viaje lo realicé en el 2012 y el segundo en el 2017. El tercero iba a ser en el 2020, pero no pudo ser, una pena.
El gran problema en Shaolin es que se siguen manejando con caracteres imperiales y de manera tradicional. No se disminuye la poesía que trasmite los ideogramas chinos, es algo fantástico y súper interesante.
Otras de las cosas que se aprende del viaje, es que nos debemos considerar muy principiantes en todo lo que hacemos, porque yo solo he practicado un cuarto de lo que se ha practicado en China. Por ejemplo, he practicado de cuatro a cinco horas semanales de kung fu más las clases que doy. Pero un niño en Shaolin practica de las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Por eso es importante siempre volver a China y siempre seguir practicando.
Son más de mil quinientos años de tradición, una está pudiendo aprenderlo siendo occidental y no siendo niño. Hoy en día, un occidental adulto, que no inició de niño y una mujer pueden aprender Kung Fu Shaolin gracias al Abad actual Shi Yongxin.
¿Hubo resistencias a los cambios implementados por el Abad Shi Yongxin?
Todo proceso de cambio conlleva un período de adaptación. Antes del 2006 había mucho desorden, según lo que relata mi maestro, el Templo Shaolin estaba lleno de comerciantes, puestos ambulantes, mucha gente que hacía turismo, que se sacaban fotos en las pagodas ceremoniales y arruinaban tumbas de maestros históricos para lograrlo, sumado a los practicantes shaolin. Hoy en día todo eso cambió, el Bosque de pagodas budistas está cercado.

Fotografía cedida por Diego González (2017). El Sifu (maestro) Jorge G. Buzzi y el Laoshi (profesor) Diego González Estatua de Damo, fundador del Kung Fu Shaolin en la cima de la montaña Song
Otro de los grandes cambios fue la reforma que permite que a los occidentales de cualquier edad y género practicar Kung Fu Shaolin, estando bajo la tutela del Abad Shi Yongxin. Finalmente, el Templo Shaolin es un Patrimonio de la Humanidad desde el 2010, está más preservado y el sentido del cambio fue bueno. Las cuestiones culturales no pueden ser derrumbadas por gobiernos de turnos, imperiales o no, y al ser patrimonio de la humanidad, no puede ser tocado por nadie. Además, se armó un complejo moderno aparte del templo, donde se pueden acceder a las comodidades tecnológicas modernas, vedadas dentro del templo.
Lo más importante es recordar, como siempre me dijo mi maestro, que donde no hay un monje no hay un templo, y donde no hay discípulos no hay enseñanza.
* Alan Ivan Maciel es profesor de historia graduado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), adscripto de Historia de los Sistemas Políticos (Lettieri) e investigador en formación del Centro de Estudios Argentina-China de la Facultad de Ciencias Sociales (CEACh-FSOC).