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martes, noviembre 28, 2023

La Quinta Generación de Pekín: Zhang Yimou (segunda parte)

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La siguiente obra de Yimou, Qiu Ju. Una Mujer China (Qiu Ju Da Guan Si, 1992), inaugura una nueva senda de trabajo dentro de la trayectoria del director, acercándolo a la realidad de su tiempo. A partir de ese momento comenzará a ensayar historias pequeñas con una fuerte carga de contenido social y humano, cimentadas sobre un elemento casi anecdótico y una finísima línea argumental. Mezcla los conceptos de neorrealismo y documental, para representar con naturalidad las relaciones entre las personas sus vidas.

Sin duda, “Qui Ju. Una Mujer China”, es uno de sus mayores logros a nivel creativo, del encuadre rígido utilizado en “La Linterna Roja” sus planos se flexibilizan al seguir al personaje principal dando libertad y espontaneidad. Para ello Yimou utilizó durante el rodaje escenarios naturales, sonido directo e incluso ocultó las cámaras para evitar que interfirieran en las tomas. La férrea personalidad de Qui Ju moverá cielo y tierra con tal de conseguir, a través de las instituciones y normativas estatales, una sentencia que intente resarcirla de lo que ella ha considerado una humillación hacia su familia. Yimou, a través de esta historia, realiza una de sus más agudas reflexiones en torno a la estructura mental y cultural de su pueblo, que ha enfrentado durante muchos años valores arcaicos mal entendidos que desembocaron en una falta de adaptabilidad ante los mecanismos con los que se rigen las sociedades modernas.

El director volverá a repetir este mismo esquema en la configuración de alguna de sus películas posteriores como “Ni Uno Menos” (Yi Ge Dou Bu Neng Shao, 1999) o “Riding Alone of Thousand of Miles” (Qian Li Zou Dan Gi, 2005), pero sin alcanzar la perfecta definición en el trazo que consiguió en Qui Ju. Obras de indagación tanto externa como interna.

Variaciones estilísticas, mutaciones genéricas:

Si algo ha caracterizado la trayectoria de Zhang Yimou es su capacidad para mutar y adaptarse sin aparente dificultad a cualquier tipo de estilo. En muchas ocasiones el director ha manifestado expresamente la necesidad de reformularse a sí mismo, de ensayar nuevos géneros. Por eso, no es difícil encontrar películas en las que el director radicaliza su discurso junto a otras muestras en las que se deja llevar por patrones mucho más convencionales.

En 1994, justo en la cima de su fertilidad artística, Yimou se embarca en el proyecto más ambicioso de su carrera, ¡Vivir! (Huozhe), un impresionante retablo histórico-fílmico configurado a modo de película-río en el que asistimos a la evolución de la sociedad china durante tres décadas a través de la mirada de una familia corriente que ha de adaptarse a las duras y contradictorias circunstancias políticas del momento que les ha tocado vivir, aprendiendo a subsistir con la mayor dignidad posible. El propio director reconoce que es su película más personal ya que en ella pudo adoptar un tono autobiográfico para narrar acontecimientos que le tocaron muy de cerca y que marcaron definitivamente su adolescencia condicionándolo como persona: “Hay un montón de historias detrás de la Revolución Cultural que están esperando ser contadas, no historias políticas, sino historias sobre la vida y la naturaleza humana”. Con «¡Vivir!», Yimou alcanza definitivamente la cima de su oficio.

Con su siguiente película inicia una etapa de transición en la que el director se muestra inseguro de hacia dónde puede encaminar sus pasos dentro de un mercado cada vez más exigente. Lo intenta con un drama de gansters de época en “La Joya de Shanghai” (Yao a Yao Yao Dao Waipo Giao, 1995). Introduciéndose en los bajos fondos de la ciudad de Shanghai durante los años treinta a través de la mirada inocente de un niño que accede a las claves de un mundo secreto y peligroso, siendo a la vez testigo silencioso del derrumbe moral de unos personajes atrapados en un cruce de corrupción, poder, envidias y venganzas. La “Joya de Shanghai”, a pesar de ser una de las películas más incomprendidas del director, es quizás una de las más valientes tanto estilística como narrativamente. Dividida en dos partes antitéticas, el film nos conduce desde los ambientes viciados de los clubs nocturnos, en los que reina la descomposición moral, hasta la pureza de un entorno natural incontaminado, principal detonante de que los personajes, al verse despojados de todo el aparato de lujos que los envolvían, tomen conciencia de su verdadera condición y de su destino. Un fragmento recorrido por una audaz fuerza introspectiva de alto poder sugeridor.

Con este film, Zhang Yimou terminó su colaboración con la que hasta el momento había sido su musa cinematográfica y compañera sentimental, Gong Li. Muchos creyeron entrever un período de crisis creativa en el cineasta y quizás, por eso, Yimou contraatacó con un ejercicio de radicalidad fuera de toda norma, imprevisible, escurridizo y eminentemente catártico. Con la cámara en mano, a medio camino entre el dogma de Lars Von Trier (tan de moda en aquellos años) y la frescura del primer Wong Kar-Wai, en “Keep Cool” ó “Mantén la Calma” (You Kua Hao Hao Shuo, 1997), Zhang Yimou se zambulle en una estimulante investigación formal de ruptura de barreras, a través de un relato urbano acerca del desconcierto y la desorientación que rigen las sociedades contemporáneas. El mundo está en crisis, la realidad se descompone a nuestro alrededor y se nos muestra fragmentada, estamos perdidos en medio de una histeria colectiva que nos hace perder la perspectiva. Así es “Keep Cool”, crispada, irracional y desencantada. La valentía demostrada al realizar “Keep Cool”se perdería a partir de su siguiente film “El Camino a Casa” (Wo de Fu Gin Mu Gin, 1999), en el que el director dulcifica y serena su mirada, hasta tal punto, que cae en la autocomplacencia y en el acaramelamiento insustancial. El tono naïf y amable se perpetuó en “Happy Times” (Xingfu Shiguang, 2000) otro film menor que hacía pensar en el declive creativo del director.

Pero, como siempre… el genio estaba nuevamente a punto de sorprendernos.

 

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