

Los llamados crímenes económicos no son una novedad desde que se lanzó el periodo de Reforma y Apretura. En 1987 hubo 157.000 funcionarios investigados por corrupción debido montar estafas a partir de los precios duales y el control de precios por parte del Estado. En la década del 90´ estos delitos se asociaron al contrabando y ameritó que en 1993 su erradicación fuera asumida como política explícita del PCCh. En los 2000 con el aumento de la especulación inmobiliaria muchos funcionarios locales se involucraron en estafas al estado con licencias de construcción o venta de bienes inmuebles fiscales. Los primeros años de la presidencia de Xi arrancaron marcados por una campaña anti-corrupción.
Xi construyo como una bandera propia de su generación el combate a la corrupción y su llegada a la presidencia coincidió con la disolución del ministerio de Ferrocarriles y la emblemática condena a muerte (en suspenso) del ex ministro Liu Zhijun en 2013 luego de reconocer sobornos por un monto de 10.000.000 de dólares entre 1985 y 2011. Con el liderazgo de Xi se establecieron nuevas instancias de control y supervisión dentro del Estado y del Partido. Solo entre los meses de enero de 2014 y octubre de 2015 un total de 100.000 funcionarios fueron sancionados por casos de corrupción (de los cuales 7 eran ministros) señala Zhou, Xinmin en su biografía de Xi Jinping´s Governance and the future of China.
Durante estos años también se han producido cambios radicales en las cúpulas militares con investigaciones y despidos. La lucha contra la corrupción le fue útil a la nueva generación para marcar una impronta distintiva con las generaciones previas que habían asumido a la corrupción como un costo más del crecimiento económico.
Algunos medios occidentales tienden a asimilar el combate a la corrupción entre funcionarios gubernamentales con las tradicionales purgas maoístas y hasta las comparan con la Revolución Cultural. Es cierto que los números de funcionarios sancionados son impactantes pero también es acertado señalar que a diferencia de procesos como la Revolución Cultural en China el gobierno liderado por Xi Jinping garantizó más orden y estabilidad aún al sistema político del que contaba cuando llegó.
El actual mandatario chino además de implementar campañas para terminar con los privilegios de los dirigentes comunistas propuso un cambio de estilo en la conducción que deben ejercer los dirigentes ante la sociedad. “Nos debemos oponer firmemente al formalismo, el burocratismo, el hedonismo y la extravagancia para resueltamente combatir la corrupción y la mala conducta, perseverar la integridad política de los comunistas, y dedicarnos a la causa del Partido y el pueblo” fue uno de los primeros mensajes de Xi Jinping en un discurso del año 2014. Estas cuatro características que deben ser combatidas fueron denominadas como “las cuatro formas de decadencia” y se asocian a la flexibilización de la disciplina partidaria en las últimas décadas de Reforma y Apertura económica.
Este cambio de orientación en la dirección del PCCh respecto a la corrupción y la ostentación tuvo impactos directos incluso en el mercado de productos de lujo. Tal como menciona John Osburg en su artículo “El lujo y sus malestares en la China contemporánea” el cese de “regalos” a funcionarios del partido hizo decaer la venta de bienes suntuarios e incluso el cierre de algunos de los restaurantes más caros del país. La campaña en contra de la corrupción impulsada desde la cúpula del partido apuntó directamente a cambiar los estilos de vida y los vínculos sociales construidos durante décadas entre los empresarios y los funcionarios estatales.
El discurso de Xi está enfocado en no dejar dormir en los laureles a la dirigencia China evitando la vanidad y la ostentación de poder luego de décadas de grandes éxitos. La extensa historia China demuestra que luego de grandes éxitos pueden llegar grandes fracasos por exceso de confianza y el gobierno parece estar dispuesto a evitar ese tipo de errores.
Hay un dicho que ya empieza a ser popular en china: “Mao nos liberó, Deng nos hizo ricos, Xi nos hace fuerte”. Este dicho demuestra la impronta que Xi viene a imponerle a la historia contemporánea china. La fortaleza que consolida lo conquistado en las últimas décadas y le da sustentabilidad a futuro pareciera ser que es el objetivo de esta generación de dirigentes comunistas que se impuso el mandato de avanzar hacia la conquista del sueño chino. La corrupción y los lujos desde la dirección del Estado son vistos como un peligro para los lazos de confianza construidos entre la sociedad y la dirigencia comunista, este vínculo se considera como prioritario para seguir fortaleciendo al país.
El gobierno de Xi Jinping además de modificar el estilo de los dirigentes comunistas se propuso una profunda reforma del poder judicial en el país. Desde 2004 la consigna “gobernar según la ley” se incorporó a la Constitución. Esta frase que puede sonar nimia en otras regiones del mundo tiene un sentido muy importante en un país donde la división de poderes no es tan clara y el poder del Partido se cruza permanentemente en todas las instancias del Estado. En la historia contemporánea del país y particularmente durante el periodo maoísta la ley y la legislación nunca fue un obstáculo para las intenciones de los dirigentes comunistas ni estuvo en sus prioridades.
La reforma de la justicia que se propone llevar a cabo la quinta generación de líderes comunistas busca otorgarle mayor autonomía al poder judicial respecto a otros poderes del Estado y del mismo Partido. Para ello se busca una menor dependencia del financiamiento de la justicia de los poderes locales, la prohibición de intervención de funcionarios políticos en los procesos judiciales y la posibilidad de “tribunales móviles” que intervengan en otras regiones para evitar el peso de las jerarquías locales. El mismo poder judicial de acuerdo a la mirada del gobierno cuenta con problemas crónicos de corrupción por su vínculo con los dirigentes del partido. Esto hace sumamente complejo el proceso de reforma.
En los últimos años también se busca avanzar en mayores niveles de transparencia en los fallos que deben publicarse en Internet y en la digitalización de toda la documentación. Un ejemplo de esto último pudo verse durante los días de confinamiento por la pandemia del Covid-19 cuando se siguieron llevando adelante audiencias judiciales virtuales. Este tipo de audiencias ya se lleva adelante en el país desde 2017 y desde 2019 incluso se utilizan en experiencias piloto robots con inteligencia artificial para asistir a jueces en procedimientos legales ordinarios.
Xi retoma la tradición del legalismo que tuvo su origen en durante la dinastía Han. El legalismo tradicional incorporaba algunos elementos morales del confucianismo pero defendiendo el orden imperial se basa en la ley por sobre la misma moral confuciana. En esta concepción la autoridad tiene la función de castigar y premiar al pueblo una vez que está instituido en esa función pero este poder se rige por la ley. El daño se combate con la ley y no con la prédica ya sea confuciana hace 2200 años o comunista actualmente. El mismo gobernante no necesita del ejemplo, de la sabiduría o de la moral, sino fundamentalmente de hacer respetar la ley.
Confucio, Marx y legalismo son parte del sincretismo, muchas veces inexplicable desde las cosmovisiones foráneas, que hacen a la propuesta del sueño chino que promueve el presidente chino. La mezcla de citas de autores de tradiciones diversas que se hacen presentes en sus discursos donde se hace hincapié en el respeto a la ley dan cuenta de una capacidad de armonizar teorías difícilmente de explicar en unos pocos párrafos. El camino para construir un socialismo con características chinas regido por la ley se conjuga con el camino de la virtud confuciana.