No importa de qué color sea el gato (siempre y cuando cace ratones).
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Recientemente se cumplieron 30 años de la “gira por el sur” realizada por Deng Xiaoping en 1992. En dicha excursión, Deng recuperó una frase muy utilizada actualmente para caracterizar el “milagro económico chino”, pero igualmente (e intencionalmente) malinterpretada: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”. ¿Qué quiso decir realmente Deng con esta frase?

Entre el 18 de enero y el 21 de febrero de 1992, el entonces referente de la segunda generación de lideres del Partido Comunista de China, Deng Xiaoping, realizó su famosa “gira por el sur” de China. El recorrido incluyó escalas en ciudades como Wuhan, Changsha, Shenzhen, Zhuhai y Guangzhou, para finalizar su recorrido en Shanghái y Nankín.

La referencia al “sur” tenía una connotación más simbólica que estrictamente geográfica. El “sur” hacía referencia a las regiones interiores de China que se encontraban en una etapa más rezagada en el desarrollo nacional, con un porcentaje importante de población rural.

Las políticas de reforma y apertura iniciadas por Deng hacia fines de los años ’70 incluían una fuerte transformación y modernización de la economía nacional, al reemplazar la planificación centralizada extrema por una “economía de mercado socialista”, como se la comenzó a denominar. En este sentido, la reforma y apertura incluía políticas de progresiva descolectivización de la agricultura, la habilitación de la iniciativa privada y de apertura a la inversión extranjera.

Las reformas económicas impulsadas por Deng redituaron en un aumento del producto bruto nacional y en la modificación de algunos de los resortes básicos del socialismo maoísta. Si bien se sostuvo la política de planes quinquenales iniciados por Mao y se mantuvo el control estatal de los sectores clave de la economía (finanzas, petróleo, energía, propiedad de la tierra, entre otros), las reformas de Deng iniciaron una cuádruple transición: de una economía cerrada a una abierta, de una economía planificada a una de mercado, de una sociedad rural a una urbana y de una economía principalmente agrícola a una industrial.

Junto con esto, las políticas de reforma y apertura económica habían traído consigo un aumento de la desigualdad entre los sectores más ricos y más pobres del país, lo que le había valido las críticas de algunas fracciones del PCCh y el descontento de un sector importante de la sociedad. Sin embargo, el crecimiento “a distintos niveles y tiempos” era visto como un mal necesario: primero había que crecer para después repartir.

A su vez, hacia fines de los años ’80 y principios del ’90, el sistema internacional se encontraba en un momento de fuerte convulsión. Las políticas de reforma económica que impulsó la Unión Soviética a mediados de los ’80 (conocidos como perestroika) habían conducido a la desintegración del principal rival sistémico de Estados Unidos, legitimando al modelo de organización capitalista y a la democracia liberal en el plano internacional. Mientras tanto, China sentía en carne propia las consecuencias de los recambios en el orden internacional: al descontento social producto del crecimiento de la desigualdad se le agregó una demanda (promovida en gran parte desde occidente) por una mayor democratización del sistema político, lo que tuvo su máxima expresión en las protestas de la Plaza Tiananmen en 1989.

China vivía paralelamente un proceso de transición y recambio político. Deng Xiaoping había abanado los puestos de mando más importantes del país y, en una transición compleja, aparecía Jiang Zemin como nuevo Secretario del Partido Comunista y nuevo presidente de China.

En este marco de grandes convulsiones nacionales e internacionales, Deng Xiaoping inició su gira por el sur del país, con el objetivo de evaluar el impacto y el grado de avance de las políticas de reforma económica. Una gira que quedaría en la historia de China, y en la que Deng traería a colación una frase que había sido pronunciada en los años ’60, pero que cobraba nueva vitalidad a la luz de los objetivos de China en ese momento: “no importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.

La frase tuvo tanto impacto que todavía aparece cuando se habla del “milagro chino” de los años ’80 y ’90. Es retomada continuamente cada vez que se quiere “explicar” los cambios en el modelo económico chino luego de Deng Xiaoping. Generalmente, se la asocia al pragmatismo de la dirigencia política nacional, en tanto “no importa el color del gato” sugiere la flexibilidad de la dirigencia china a la hora de aplicar las políticas macro y microeconómicas.

Sin embargo, desde el atlantismo occidental capitalista se ha hecho (y se sigue haciendo) una interpretación bastante arbitraria de la frase. “No importa si el gato es blanco o negro” suele traducirse como “no importa si el modelo es más socialista o más capitalista”; mientras que “lo importante es que cace ratones” se interpreta como “lo importante es que genere crecimiento económico”. Así, se explica que las reformas de Deng en los años ‘90 alejaron a China del modelo socialista impulsado por Mao (acercándolo al capitalismo) y que fue esto lo que permitió el despegue económico de China que llega hasta nuestros días.

Por otra parte, la frase tiene, como mensaje subyacente, una crítica a Mao Zedong. “No importa si el gato es blanco o negro” es (para la visión occidental) una crítica a la ortodoxia, al empecinamiento que había tenido Mao con un modelo específico de desarrollo (el socialismo basado en la planificación centralizada). Siempre según la visión occidental, el empecinamiento de Mao en que “el gato sea negro” había llevado al atraso y decadencia de China. El gato de Mao no solo era “negro” sino que no “cazaba ratones”.

De este modo, se omite (deliberadamente) toda evidencia histórica de la importancia tanto de la Revolución en 1949 como de las políticas impulsadas por Mao que sentaron las bases para el crecimiento posterior. Previo a la Revolución, China se encontraba sumida en la más profunda decadencia económica y social, con porcentajes alarmantes de pobreza y con una estructura económica devastada por las potencias occidentales, que había saqueado al país luego de las guerras del Opio de mediados de 1800. A partir de la revolución, China no solo inició el camino de revitalización de la dignidad del pueblo chino, sino que empezó también con la reestructuración de su sector industrial e incluso tuvo grandes picos de crecimiento como en 1964 (18,6%), 1965 (16,9%), 1969 (16,9%) y 1970 (19,1%).

La interpretación occidental de la frase de Deng contiene intencionalmente varios engaños y malas interpretaciones. En primer lugar, aunque no importe si es blanco o negro, si importa que sea “un gato” y que “cace ratones”. Deng nunca dijo “no importa que sea un gato o un perro”, sino que siempre hablo de un gato. Es decir, hay una reivindicación del modelo socialista con características chinas. El supuesto “pragmatismo chino” se monta sobre una defensa de un determinado modelo de organización económica y política de la sociedad.

Por otra parte, la otra lectura intencionalmente equivocada de occidente es que “cazar ratones” no significa “generar crecimiento económico”. Si bien el crecimiento de la economía china fue un objetivo estratégico de la segunda y tercera generación de líderes del PCCh, este era un medio para construir una sociedad prospera, generar igualdad y beneficios mutuos. La frase de Deng (también fuertemente retomada para criticar al modelo maoista) “enriquecerse es glorioso” tenía el objetivo de ponderar el crecimiento económico nacional en las políticas de reforma y apertura, al tiempo que “la pobreza no es socialista”, también pronunciada por Deng, se acompañaba con una crítica férrea al sistema capitalista, el cual “no resolvería en lo más mínimo el problema de asegurar una vida acomodada a más del 90 por ciento de la población“.

Es decir, crecer económicamente no era un fin sino un medio. Haciendo un anacronismo con los postulados actuales de Xi Jinping, “cazar ratones” implica construir las bases del sueño chino de rejuvenecimiento nacional, donde el ser humano está en el centro de la política económica nacional. “Cazar ratones” es terminar con la pobreza extrema, aumentar el nivel de vida de la población y reposicionar a China en el escenario internacional.

A partir de estas precisiones, la histórica frase de Deng cobra otro sentido. Siempre y cuando sea “un gato” (el socialismo con características chinas), y siempre y cuando “cace ratones” (genere igualdad, prosperidad común y una vida digna para el pueblo chino), no importa de qué color sea. Es decir, el socialismo con características chinas tiene sus particularidades y especificidades, no es igual al socialismo soviético ni a las experiencias socialistas de otros países de occidente. Es un “gato” que no es totalmente blanco ni totalmente negro (al estilo dicotómico y binario occidental). Es, más bien, un gato que es blanco y es negro, como en el yin yang.

Los tiempos y los modos que toma el socialismo chino son susceptibles de debate y, por ende, de disputas. Pero hay dos consensos básicos: tiene que ser gato y tiene que cazar ratones.