

Esta historia comienza en la dinastía Song (960-1279), o quizás mucho, mucho tiempo antes. Algunos autores lo ubican incluso hace unos 3000 años, pero no hay certezas al respecto. En general se ubica su inicio en el distrito de Jiangyong, provincia de Hunan, al sur de China. Como muchas mujeres de su época en oriente y occidente, nuestras protagonistas no accedían a la educación ni a la alfabetización. Solían pasar los días en su hogar, alejadas de los espacios de socialización masculinos, de la esfera pública y de sus nexos familiares previos al matrimonio, no tenían muchos recursos, pero contaban con su ingenio.
Para poder comunicarse crearon su propio lenguaje, el nü shu (女书) que podría traducirse como lenguaje de mujeres. Al hablarlo, sonaba similar a la lengua local. Pero, con el tiempo, fueron desarrollando un sistema de escritura compuesto de puntos y líneas curvas u oblicuas que lo distinguen de los caracteres chinos. Esta lengua llegó a contar con un complejo sistema de más de 800 caracteres propios del nü shu, reservados para la comprensión de las mujeres que recibían de otras el conocimiento de esta lengua. Los incluían en bordados, poesías, pinturas, abanicos. En ocasiones cantaban en nü shu. Lo transmitían generalmente de madres a hijas, de abuelas a nietas, entre hermanas o amigas, mientras desarrollaban actividades cotidianas como cocinar, coser, cantar, bordar.
Con este lenguaje podían expresar sus tristezas, todo aquello que no podía o no debía ser dicho en otros ámbitos. Sus quejas, sus angustias, también sus anhelos. Más aún podían utilizarlo para expresar ideas políticas o normas morales. O incluso para el disfrute de la cultura, traduciendo poemas y canciones folklóricas.

Portada y página del Libro de los Tres días, ofrecido a las recién casadas. Fuente: UNESCO
La comunicación con otras mujeres les permitía expresar sus sentimientos y compartir sus pensamientos, pero por sobre todo sentirse acompañadas. El lenguaje compartido, unido a la práctica conocida como Laotong (老同), hermandad entre mujeres de edades similares, se constituyeron en espacios de alivio, consuelo, sociabilidad, espiritualidad y donde desarrollar sus talentos y apropiarse del conocimiento y la cultura.
Este lenguaje permitió crear una comunidad apartada simbólicamente de las normas masculinas, donde sentirse acompañadas, menos solas, más libres. Para hacer circular los mensajes podían intercambiar ropas tejidas y bordadas por ellas. A su vez, cuando una joven se casaba, las mujeres de su familia le regalaban un cuaderno, conocido como “Libro del tercer día” (ya que era entregado el tercer día posterior a celebrado el matrimonio), con las primeras hojas escritas por otras contando sus experiencias, con consejos y buenos deseos, y hojas en blanco para ser usadas por la recién casada.
Permaneció en el tiempo, siendo menospreciado por la mirada masculina, casi como una leyenda o una práctica sin importancia para quienes no formaban parte de la misma, hasta los años ‘50 cuando fue redescubierto casi por casualidad. Como práctica de transmisión de mujer a mujer, fue disminuyendo hasta casi desaparecer, en particular durante el siglo XX cuando las mujeres accedieron a la escolarización y al mundo laboral. Se mantuvo vivo hasta hoy, en parte por su conservación en ámbitos femeninos, y en parte por el interés que el mismo ha despertado en estudiosos, turistas y, en la última década, también por el gobierno local.
Al conocerse, surgió un gran interés académico sobre el nü shu. Las cartas, poemas y piezas escritas conservadas son una fuente valiosa de información para antropólogos, historiadores y lingüistas. Sin embargo, muchos registros se perdieron, muchos fueron quemados, en algunos casos por decisión de las propias autoras antes de su muerte, y otros tantos durante la Revolución Cultural. Quedan registros gracias a los trabajos sobre el tema que han proliferado desde los ‘80 hasta hoy que han buscado, entre otras cosas, traducir el nü shu al chino estándar, y las recientes iniciativas del gobierno chino por revivirlo, darlo a conocer y fomentar su conservación y transmisión considerándolo un legado cultural.
Así, en 2002, el nüshu fue inscrito en el Registro nacional del patrimonio documental de China. Además, en 2006, fue agregado a la lista del Patrimonio Nacional Cultural Intangible de China y, un año después, se abrió un museo en la isla de Puwei, donde también funciona una escuela de nü shu desde 2020. La historia del Nü Shu también se ha representado en films, obras musicales y novelas, incluyendo una obra sinfónica titulada “Nüshu, canto secreto de las mujeres” y el film “Flor de nieve y el abanico secreto” (2011). Las redes sociales también se han hecho eco del deseo de dar nueva vida al nü shu. Actualmente puede accederse a material y lecciones desde WeChat.
Gracias a las herederas de este legado, los esfuerzos gubernamentales y al trabajo de investigadores, artistas, y otros profesionales por revitalizarlo, hoy logramos acercarnos a las historias, sentires, ideas, de mujeres valientes, capaces de crear formas de solidaridad, de contención y esperanza en contextos adversos. Mujeres que hicieron propia la cultura y el arte, y lograron hacer llegar su mensaje a través de miles de años de historia y para el aprovechamiento del mundo entero.