Hace algunos días, China junto a 14 países del Asia Pacífico firmaron el acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés) ¿Cuál es su opinión respecto del impacto económico y geopolítico que puede tener este acuerdo?
El RCEP es un acuerdo muy importante, por el momento en el que se da. China logró dar vía libre a este acuerdo, después de varios años de negociaciones, en el medio de un conflicto entre liberalismo y proteccionismo. Y es fundamental el hecho de que logre la integración de países tan diversos, no solo con los países de la ASEAN, sino también Australia (con la que tiene problemas diplomáticos importantes), Japón y Corea del Sur. Aunque finalmente no esté India, que ya veremos si se integra o no más adelante, o si esto cambiará cuando se acabe el tiempo de Modi .
Sin dudas es un éxito político muy importante para China, que puede tener incluso continuidad en las próximas semanas o meses si lograr ultimar el acuerdo que está negociando con la Unión Europea (el Tratado bilateral de inversiones). Y después tiene otro pilar importante, que es un TLC que está negociando con Corea del Sur y Japón. Esta próxima semana Wang Yi va a viajar a ambos países y ese acuerdo está en la agenda.
Todo esto identifica claramente el nuevo papel de Asia en la economía mundial del siglo XXI. En este contexto el papel de China es reafirmado como líder regional de ese conjunto de economías. Contrasta con las dudas y los frenos de occidente, principalmente de los Estados Unidos. Es evidente que la guerra comercial y demás acciones conta China le están pasando factura.
En un artículo reciente referido a la firma del RCEP, usted deja abierta la pregunta sobre si, independientemente de cómo se defina la elección en Estados Unidos, puede que ya sea tarde para frenar el avance de China. ¿Cree que el tiempo de primacía estadounidense en el sistema internacional está llegando a su fin?
Estos son procesos largos, que no se sustancian de un día para otro. Es verdad que el peso y la significación de los Estados Unidos a nivel internacional han menguado en los últimos años, pero Estados Unidos sigue siendo un país de referencia, sigue siendo el hegemón del sistema internacional, con poder económico, poder militar, poder de influencia en el plano cultural.
Si es verdad que hay tendencias que apuntan a que China es cada vez más fuerte, cada vez goza de mayor significación a nivel global, mientras que el papel de Estados Unidos está menguando, no solo a nivel global, sino incluso a nivel de influencia con respecto a algunos países aliados, en Asia o Europa.
Indudablemente estos años de la administración Trump han sido nefastos. No se qué valoración hará Biden de estos cuatro años, pero yo creo que el planteamiento de la guerra comercial ha sido equivocado, no ha logrado doblegar a China, sino que por el contrario, China parece más fuerte. Por lo tanto, si eso no lo ha conseguido, probablemente, no será el único elemento de la confrontación estratégica con China.
La primera urgencia de la administración Biden, si efectivamente se confirma, será reparar los daños con los países aliados, principalmente con la Unión Europea, que ya apuntaba a una autonomía estratégica reivindicada, y que no sabemos si mantendrá esa orientación o, por el contrario, intentará reforzar más el vínculo transatlántico.
Pero indudablemente, las tendencias que están sobre la mesa en estos momentos en el tablero internacional determinan claramente que China ha utilizado la crisis con Estados Unidos y la pandemia para dar una vuelta de tuerca más a su ascenso. Mientras que, en el caso de Estados Unidos, las políticas adoptadas para frenar a China y poner trabas a su emergencia no están dando el resultado esperado. Por el contrario, aíslan más a los Estados Unidos y dificultan no solo la plasmación de su poder duro sino también de su poder blando.
En un artículo que publicó hace unos días, usted señala que, queramos o no, el protagonismo de China hace inevitable la reestructuración del orden mundial. ¿Cuáles que son las características del orden mundial que se viene?
En el caso de China todos sabemos cual es su pensamiento en política exterior a partir de su discurso y a partir de su práctica internacional. Parece evidente su apuesta por la multipolaridad, por el multilateralismo, por la utilización de los instrumentos económicos como punta de lanza de su estrategia de influencia a nivel internacional. Estos son en principio los grandes vectores que determinan su política exterior y su visión del mundo.
Creo que aún es temprano para decir si la práctica será coherente con la teoría y habrá que seguir de cerca cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos años.
Parece que China no pretende emular, ni mucho menos, el modelo estadounidense o el modelo liberal. Lo vemos por ejemplo en las bases militares, con esa excepción de Yibuti.

Pero hay una realidad histórica inédita en China, que es su dependencia del mundo exterior. Es la primera vez en su milenaria historia que China necesita del exterior para su desarrollo. El enfoque de toda esta política es básicamente de carácter económico. Lo vemos a través de las Rutas de la Seda por ejemplo.
No se descarta a priori que esto pueda tener implicaciones de otro signo. No es el caso ahora, pero pudiera serlo en los próximos años, por eso yo creo que es importante estar atentos a como evoluciona el desarrollo de su política exterior.
La relación entre China y la Unión Europea se ha caracterizada por cierta ambivalencia. Si bien desde Bruselas se ha caracterizado a China como «rival sistémico», también se lo ha catalogado como un «importante socio comercial». En su opinión, ¿Hacia dónde le parece que se dirige la relación entre China y Europa?
Para China, la Unión Europea es un referente estratégico muy importante, a nivel económico y a nivel político. El primer Libro Blanco de la política exterior china fue relativo a la Unión Europea, y hasta la llegada de la pandemia, la Unión Europea se afirmó como el primer socio comercial de China (ahora ese papel lo han asumido los países de la ASEAN).
Yo creo que China no ha perdido del todo aún la esperanza de que la Unión Europea se afirme como un poder autónomo en el orden internacional y que sea capaz de tomar distancia de Estados Unidos en algunos aspectos.
Entonces, hay un gran interés por parte de China en atraer a Europa a su entorno de influencia geopolítica. Y ahí tenemos a la Ruta de la Seda, tanto a nivel continental como a nivel marítimo. Al mismo tiempo existen reticencias importantes en gran medida debido a las propias disensiones internas, y también a la influencia de los Estados Unidos. Lo vemos en el caso de la tecnología 5G, como las misiones diplomáticas de los Estados Unidos (poco diplomáticas, en muchos aspectos) presionando a los países con el argumento de la seguridad, para que no adopten la tecnología china de Huawei o de otras empresas, revelan la complejidad de esa relación.
En el caso de la Unión Europea, para China es una relación complicada, difícil. Con al Unión Europea, y con Europa, que es más que la Unión. Por eso para China es de enorme importancia demostrar que tiene cintura suficiente para llegar a acuerdos con la Unión Europea y que esa “rivalidad sistémica” no derive en una confrontación similar a la que hemos visto en los últimos años con Estados Unidos, y creo que China va a intentar hacer el máximo esfuerzo para que antes de que termine el año, el Tratado bilateral de inversiones, que es un poco el catalizador de la relación bilateral, pueda llegar a ser firmado y dar impulso a un nuevo escenario en la relación bilateral.
Usted viene investigando profundamente la relación entre la China continental y Taiwán. Gran parte del reconocimiento internacional de la isla proviene de países de América Latina y el Caribe, donde China viene avanzando fuertemente no solo en materia comercial, sino además en una relación política y estratégica, a la par de una retirada relativa de los Estados Unidos. ¿Cómo ve el futuro de la legitimidad internacional de la isla en este contexto?
El horizonte internacional de Taiwán es bastante complicado. Por una parte, la relación con el Vaticano está en la cuerda floja, en África le queda un aliado, y el resto está prácticamente todo en Centroamérica y el Caribe y Paraguay.
Yo creo que si en los Estados Unidos, durante el mandato de Trump, no se llega a aprobar la “Ley Taipei” (la ley de apoyo diplomático a Taiwán), probablemente estaríamos ante una situación todavía más complicada, y probablemente comenzaría a tener menos de los 15 aliados que tiene actualmente.
La garantía última de Taiwán frente a China es la amenaza de intervención de los Estados Unidos, con consecuencias para aquellos países que decidan cambiar de reconocimiento diplomático. Yo creo que este ha sido el elemento que más ha frenado la decisión de otros países que probablemente, en otro contexto, pudieran optar por un cambio de reconocimiento.
Hay que tener en cuenta que El Salvador, cuando cambió de aliado, fue advertido de manera muy dura, por parte de los Estados Unidos, y no ha cambiado la decisión. Normalmente, siempre hemos asistido, hasta hace muy pocos años, a “bailes” en los aliados; un año reconozco a uno, un año reconozco a otro. Y sin embargo, en los últimos años, en consonancia con el ascenso de China, la reversibilidad del reconocimiento ha desparecido.
Entonces, yo creo que hoy por hoy, la gran fuerza de Taipei en ese sentido es ese apoyo activo de la diplomacia de los Estados Unidos. Pompeo acaba de decir hace unos días que Taiwán no es parte de China, lo cual nos hace imaginar cómo se interpreta eso en Pekín.
Además, por ejemplo, en los últimos años Estados Unidos ha organizado misiones diplomático-comerciales conjuntas con Taiwán, para desarrollar relaciones económicas y comerciales, por ejemplo, en Belice. Y todo eso se pretende trasladar a otros países.
Hay una implicación muy activa de Estados Unidos en la protección y salvaguarda de Taiwán, porque Taiwán es un elemento de confrontación importante en la estrategia de acoso a China. No sabemos en que medida esto se mantendrá o cambiará con llegada de Joe Biden, probablemente esto se matizará mucho.
¿Cuáles le parece que van a ser las principales diferencias entre una hipotética administración Biden con la administración Trump respecto a la relación con China?
Yo soy moderadamente optimista. Creo que el balance de la política adoptada por Trump no es positiva para Estados Unidos y, por lo tanto, tienen que repensarse algunas cosas.
Estados Unidos y China tienen muchísimos frentes abiertos. En el ámbito político-institucional, por ejemplo, el Foro de Gobernadores se suspendió, no hay vías de comunicación fluidas entre China y Estados Unidos; el mecanismo de diálogo institucional, bastante amplio, creado hasta la administración Obama, prácticamente voló por los aires en estos años. Yo creo que ahí si va a haber un cambio. China y Estados Unidos, con Biden, van a dialogar más.
Creo que en el frente diplomático también se pueden corregir cosas. No creo que continuemos con la “guerra de los consulados”, es muy probable que en poco tiempo los consulados cerrados por ambas partes se reabran.
En el ámbito educativo, en los últimos años, el retroceso del intercambio académico y de investigación de estudiantes, la demonización de los Institutos Confucio, han creado un clima a nivel bilateral bastante pernicioso. Creo que ahí va a haber matices, dudo mucho que Biden siga en esa escalada.
Ahora bien, el enfrenamiento económico, la hostilidad comercial, tecnológica y estratégica, creo que no van a sufrir grandes cambios. Incluso en el tema de Taiwán, aunque algunas cosas se puedan matizar, hay un nivel de consenso bastante alto entre demócratas y republicanos en la política de Estados Unidos con respecto a la importancia y trascendencia de estos asuntos. Como así también en materia política de derechos humanos, el apoyo a la disidencia, a la libertad religiosa, va a seguir.
Va a persistir cierta confrontación, pero al mismo tiempo, va a haber diálogo, va a haber cooperación y por lo tanto la relación se va a matizar un poco más. No va a ser un cambio drástico, no se van a abandonar las políticas de Trump en estos ámbitos, donde en gran medida se juega la hegemonía a nivel económico y tecnológico en términos globales, pero sin embargo si se puede abrir la mano en otros escenarios, porque Trump realmente llevó la confrontación a la política principal en la relación bilateral y eso afectó a todos los ámbitos de la relación.
Puede haber matices importantes, pero no será un proceso drástico, sino que llevará su tiempo.
Usted suele mencionar la importancia de no analizar la relación con China solo desde sus aspectos económicos, sino también incorporando la dimensión política. ¿Cómo piensa que afectará la creciente sinofobia de algunos países en el fortalecimiento o no de las relaciones con China?
Aunque la punta de lanza de la estrategia de presencia y de influencia china a nivel internacional sea la economía, el desarrollo del comercio o las inversiones, el factor de la política en la relación con China es muy importante.
Evidentemente, la dimensión política es de importancia vital para el desarrollo de las relaciones económicas exteriores con el foco puesto en la propia china. Es el Partido el que tiene la llave del sistema.
Las narrativas de la pandemia, y el uso de la pandemia para la confrontación entre algunos países y China, ha afectado en buena medida la imagen del país en el exterior. Esto no va a ser muy duradero. No hay sustento, no hay base para fabricar una especie de “nueva guerra fría”, entre Occidente y China, que tiene como precondición convertir a China en una amenaza y un enemigo.

Creo que esa política en el mundo actual no tiene recorrido, no hay espacio para una nueva bipolaridad. Creo que el futuro es una economía globalizada, aunque se produzcan ajustes, como consecuencia de lo que hemos vivido durante la pandemia, y que puede tener efectos positivos en la renacionalización de ciertas actividades económicas.
Creo que el escenario futuro es la multipolaridad. Los países occidentales, tendrían que imaginar las coordinadas de ese escenario, en vez de apostar por la confrontación como una vía para evitarlo.
Necesitamos ajustes en ese sentido, y al final no quedará otro remedio que adoptarlos. No hay espacio para la sinofobia. La pandemia ha servido de escusa para para hostigar a China, informando muy poco en nuestras sociedades sobre como China ha gestionado esto. Seguramente ha habido errores, pero también importantes aciertos, y yo creo que una vez que salgamos de esta crisis, al final cierta razón se impondrá.
En marzo de 2021, el Observatorio que usted dirige organizará el 11° Simposio Electrónico Internacional sobre Política China. ¿Qué temas considera que serán los que se llevará la mayor atención en esta actividad?
El Simposio es un mecanismo interesante para facilitar la participación de diferentes personas, de diferentes lugares, de diferentes especialidades. Para nosotros es un encuentro referencial.
El año próximo tendremos dos Simposios. El Simposio ordinario de marzo, y un Simposio extraordinario en julio, centrado en el aniversario del centenario del Partido Comunista de China.
Rn el encuentro de marzo, indudablemente la política exterior, la relación con Estados Unidos, la cuestión de las Rutas de la Seda, la cuestión social vinculada con la erradicación de la pobreza, que son parte de la agenda china actualmente, la cuestión relacionada con el 14° Plan Quinquenal, el establecimiento de la doble circulación, todos ellos serán temas importantes. También la política militar, de defensa, diplomacia, serán seguramente los tópicos relevantes del encuentro.
Lo relacionado con el PCCh, el papel del Partido en el sistema político chino, las relaciones Partido-Estado, etc., las vamos a canalizar hacia el encuentro de julio.
Licenciado en Sociología. Becario Doctoral del CONICET. Docente UNLP y UNLa. Investigador del Centro de Estudios Chinos (IRI-UNLP) y del Centro de Investigaciones en Política y Economía (CIEPE). Integrante del Grupo de Trabajo de CLACSO "China y el mapa del poder mundial" y "Geopolítica, integración regional y sistema mundial".